Sicalipsis #01

1537831726579590La mala costumbre de llenarme de esperanzas

Suele llevarme a sitios que terminan desesperándome

Irremediablemente, su tez morena invadiendo

Mi cama, siempre desnuda, sus cosméticos

Desparramados por Toda la habitación, sus revistas

de vanidades, sus bolas de cabello, el olor profundo

de exquisita esencia, que brota de su vagina color café.

En hoteles baratos, asustada por los lobos de

Medianoche, aun así, aventurándose junto a mí,

Sin importarle nada, en las fauces de la ciudad dormida,

Entregándose a mí, en una terrible y extraña cama

De copiosa fatalidad, donde sin pensarlo sus caderas

Helicoidales me apresaron, sin ruegos, sin argumentos,

Solo su lengua explorando mi piel baldía, mientras

En ese eterno momento, universos se creaban,

Estrellas explotaban, y su larga cabellera nos cobijaba,

Volvía la lucha entre mi espada y su escudo, entonces

Al penetrarte ya no había salida,  nos entregábamos a

La exuberancia, y olvidábamos la propiedad privada

Reclamada, los sortilegios para joderme, las evidencias

Tontas de Coelho, los tabúes insinuados, todo.

Nos sublevamos ante lo invisible, conquistamos

lo perdido, poseídos por la amnesia de nuestro ritual

sexual, mis manos garras, tus gritos al vacío, así termina

nuestro ritual.

Miguel Angel Carrera Farias.    Venezuela.

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La Larga Marcha

1527607302147685Mirad pues en lo que se ha convertido este mi país,

Una estéril extensión de abandonos y desagravios,

Con sus fuertes gigantes fluviales alimentados por

Lagrimas maternas, dominando sus fronteras, no,

no se trata de desempleo o sindicalismos, se trata

de libaciones de poder, de olvido, de un engaño

nacional, del comercio de nuestra identidad. Yo

estuve en la llanura, y vi extasiado lo que mi país

ofrece, vi que los campos no necesitaban suplicar

por lluvia, que las raíces fácilmente atravesaban los estratos

más fértiles que te puedas imaginar. Disculpe que hable

de bondades, que esta tierra tiene muchas, que en

realidad el mundo las tiene, pero es como ver miel

y leche brotar de ellas. No puedes evitar entonces, ser

invadido por anhelos sugestionables. Mirad pues, como

los anhelantes huyen de sus cuidadores, si te contara

atardecería y anochecería en la llanura, y no verías el

tiempo. Pero mi país es ahora un país de fugas, huyen en viejas

maquinas desgastadas, huye a pie, huyen despavoridos,

huyen engañados. Llenos de rabia en la fuga prometiendo

no perdonar a los responsables de tanta desdicha.

ignoramos de donde  vendrá la justicia, de un arma o

de un dios que juran los ha olvidado. Mirad a los labriegos,

a los artesanos, a los jornaleros, empujados a practicar

ideologías caducas, que fracasaron escandalosamente,

¿Donde están los jueces? ¿Donde los verdugos? Los que

Están destinados a abrir los caminos del futuro invisible.

Miguel Angel Carrera Farias. Venezuela.

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Mi primer libro «Poemario Mil vidas vividas» con flemingED! Editorial

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Enhorabuena, mi primer libro ya está a la venta, no puedo sentirme más feliz en estos momentos. Ser un autor publicado es el sueño de muchos, y a dios gracias que hoy en día hay muchos medios para hacerlo, Yo espero muchas personas llegue a leerlo y les llegue al corazón. Mi libro contiene muchísimas palabras salidas del alma, aunque no voy a extenderme en algo que ya explico suficientemente bien en el propio libro. Debo agradecer enormemente a mi gran amiga Mel Gómez por su maravillosa ayuda en todo, en corregirme y arreglar todo el contenido del borrador final. Un gran agradecimiento al amigo Juan Re Crivello de flemingED! Editorial por su guía, trabajo y amistad. Un abrazo a todos y mil gracias a quienes lleguen a comprarlo y apreciarlo.

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Miguel Angel Carrera Farias.  Venezuela.

Segundos naufragios

1522251736416207Para un hombre el mar ha muerto si en su lógico hundimiento en la tierra, termina por olvidar el mar que alguna vez o varias veces conoció, de ser así, sería entonces más una muerte ignorada, la conciencia no suele darle importancia a ciertas cosas que quedan atrás, por eso muchos aun nos aferramos a un tablón tratando de no hundirnos, no importa si se está en la orilla, los hijos del mar temen más a naufragar en tierra que en el océano. Quizás porque hay más piratas en este, más doncellas marinas, más olas amenazadoras, eso he escuchado, si lo analizamos es tonto escondernos del mundo, qué caso tendría evitar una tormenta que tenga el suficiente calibre como para hacernos naufragar en los abismos de una ciudad hambrienta, donde dioses oscuros alzan sus altos muros para encerrarnos entre sus coloridos carteles de alabanzas a la manufactura. Por ejemplo, los primeros naufragios suceden con los primeros advenimientos, aunque nos entrenemos toda la vida para arribar, aceptémoslo, nuestra cotidianidad estará llena de advenimientos, buenos, malos, del amor a la batalla, sucede porque puede que nuestros días estén llenos de eso, de sucesiones y muchas veces las sucesiones pasan inadvertidas.

Yo me encuentro a mitad de camino, digo a mitad porque no pierdo la esperanza de doblar mi actual estancia en este planeta, como ya lo sabrán, tenemos la terrible costumbre de crianza, de siempre querer doblar nuestras cosas, en cantidades gigantescas y a veces eso trae hundimientos. Mis siguientes naufragios empezaron hace mucho ya, montaba yo por lo general un escueto esquife construido irresponsablemente, entraba en el Caribe —como ahora— con tanta locura como me era posible, un insensato, probablemente porque tenía la mala costumbre de emborracharme de adrenalina tanto como me fuera posible. Aun me recuerdo surfeando en las olas humanas, solo porque era olímpicamente ignorado por los presentes, cada uno andaba en sus propias juergas irresponsables, rodeados de borracheras y de altos ruidos, terriblemente rítmicos. Eso ya quedo atrás, actualmente cuando veo las tormentas en el horizonte, huyo, prefiero flotar apaciblemente en aguas tranquilas, no es que mi espíritu esté cansado de aventuras, es que ahora evito los segundos naufragios, aunque sean por lo general inevitables y nos guiemos por tontas premoniciones.

Les cuento, en medio del continuo sortear de todo esto, a veces vigilando el horizonte, trato de planear mis últimos naufragios, aunque no los deseemos, no por ser pesimistas, más bien por ser precavidos y no nos agarre descuidados, pero hay que aceptar que siempre ha sido un ejercicio de inútil maquinación. Se pierde el tiempo y se deja de disfrutar el presente, que es siempre un regalo, y muy a pesar de ello, con reloj de pulsera, siempre andamos apurando las cosas, como parte de la vida moderna, apurados de llegar sin que nos estén esperando, aunque lo neguemos y nos disculpemos con nosotros mismos, pensamos, nos está esperando la cama, un pudin a punto de ponerse rancio en la nevera, o la ansiedad de estar en casa antes de que la tarde despunte. Vivimos rápido, por las mismas razones, en medio de nuestras ocupaciones, no contemplamos los minutos, temerosos de esa sensación de que el día se va en un tris. Así llegan los segundos naufragios, empotrados entre el tiempo que nos sobra, pero soñamos con no tener y un capitán suicida empeñado en romper olas entre riscos, para que sea más divertido —que mal le hacemos— aun a la luz cenital de nuestras meditaciones, insistimos en las incoherencias de las ilógicas improvisaciones. ¿Amará acaso el hombre la tormenta y la refriega? Imaginamos nunca habrá una respuesta definitivamente tajante para ello, por eso, como ya dije, estamos llenos de advenimientos, entre ellos, los segundos naufragios.

Miguel Angel Carrera Farias.  Venezuela.

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Botella al Mar (Proyecto: El viaje de la Blog-T-ella)

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Botella al mar, prisionero de este golpeado esquife, danzando, me abrazaba constantemente las terribles ganas de correr a sus brazos, siempre deseas aquello que no posees, y en ese momento no podía correr lejos de ahí, por eso, para ocupar mi tiempo, mi disposición más saludable fue la de escribir una carta, debía drenar la desesperación en algo, y por lo visto una carta y una botella al mar era lo correcto. Así que sentado yo en el asiento de remos de esta prisión de madera, flotando libre en el océano, me entregué a la faena de entreverar palabras que tradujeran mi incontrolable necesidad de ti, no siendo yo un ferviente admirador de la poesía, me atreví a serlo de alguna manera, porque quizá en medio de esa inmensa soledad, sentía yo que todo aquello era un inmenso patíbulo para mí, y que el mar me observaba fríamente esperando para engullir mi humanidad, por eso, esa última carta que escribiría con el alma sería a ti, serías tú.
Es así como al terminar, enrollar el arrugado y sucio papel y meterlo en la botella, te vi, te vi dentro, en ese papel, pero ya no era blanco, eras tú, y eras hermosamente azul, hermosamente alada, ¿Cómo podía ser esto? La sed me hacía alucinar, ¿Por qué ahora? las lágrimas me asaltaron, corrían desatadas por mis mejillas, hacían mi vista borrosa, la botella temblaba, ¿o era yo quien temblaba? Ahora que me disponía a lanzar la botella con todas mis fuerzas, calculando las corrientes marinas, para lanzarla en la dirección correcta, pero no podía, ella estaba dentro de la botella, no podía cometer semejante locura. Fue así como divagué interminables horas, decidiendo si tiraba al mar, algo que te contenía y que al mismo tiempo era para ti en el futuro, luego hice de noctámbulo, instigado por mis crápulas acciones pasadas, arrepentido de no haber sido alguien mejor para ella, en medio de una espesa oscuridad, en el contenido de aquella botella, fulgurabas como un hada de cuentos que yo no terminaba por creerme.
Sabía que la mañana llegaría pronto, y sería el momento del adiós, en la madrugada lo había decidido, no era real, aquello que tú eras, encerrada de azul dentro de esa botella, debía ir al mar, mi lógica escueta se reivindicaría llevando a cabo, aquello para lo que la había preparado. No les extrañe que en medio de todo aquello, haya meditado yo tantas locuras, aislado de cualquier vago razonamiento la mente busca en que ocuparse, por triste que sea es la forma de huir de la locura. Ya llegada el alba, me puse de pie como pude, y contemplé aquel maravilloso espectáculo, Dios me había regalado un mar calmo y una explosión de nubes salpicadas de amarillos, grises, naranjas y azules, me pregunté en ese momento como harían las nubes para rociar el mar de sus tonos amarillos, grises y naranjas, mientras me llenaba de valor, tenía a mi amor en la mano, dentro de aquella sentenciosa botella y no paraba de respirar hondo para llenarme de valor.
Así que súbito y sin pensar, lancé la botella lo más fuerte que me permitió mi débil humanidad, mientras sentía como crecía un nudo en mi garganta, para luego caer estrepitosamente sentado llorando inconsolable, sin saber a ciencia cierta, si era por la botella que te contenía hermosa en mis palabras escritas, o si era por mi maldecida suerte, grité, tan fuerte que mi garganta me dolió, luego recé, deseando que no te hundieras, deseando que siguieras flotando en el océano, con curso incierto, que esa botella te encontrara, no sé si el deseo intenso sea lo mismo que la fe, pero en ese momento supuse que eran lo mismo, y volví a imaginarte, dentro de esa botella, azul, alada, entre estrellas marinas danzando encerrada, destinada a vencer tormentas y olas gigantescas. Luego de esto no crean que mi final fue triste como mi travesía, fui dichosamente encontrado y de tenerla en esa botella, pasé a tenerla en mis brazos llorando de alegría conmigo, casual o causal, la aventura sigue en tierra, y a veces, en las noches heladas, pienso en esa botella, allá afuera, aún flotando, conteniéndola etérea dentro de sí, hermosa, azul, alada, fulgurando en la oscuridad, eso que era papel en mi mano y que ahora es una botella al mar.

Miguel Ángel Carrera Farías. Venezuela.

Esta fue mi colaboración con https://tecuentodeviajes.wordpress.com/ muy agradecido con esta gran amiga por haber compartido mi escrito. Si quieres saber más o participar en este Reto garabato literario y proyecto cyber viajero y creativo visita  El viaje de la Blog-T-ella  y Te cuento su ruta

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Madre de Azafrán

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Oh hermosa madre de azafrán hosanna, soy tu dulce semilla,

trajinando crezco con el fervor de la luz que 

de ti emana, en medio de tu dulce amor yo

eclosiono, Oh Hermosa madre de azafrán hosanna,

eres puente de vida entre dios y el mundo,

así vine, un pasajero en tu regazo,

danzo la vida, vuelo en ella, tu piel es mi piel,

tu sangre es mi sangre, recorres tu vida

amándome sin condiciones, vives para mi,

por mi, tejiendo futuros para mi, respirando

para mi, Oh hermosa madre de azafrán soy tu semilla,

y a tu semilla te has entregado, la has echado

a la brisa para que recorra el campo y de frutos

inesperados, eres sudor, cansancio, paz en el remanso,

lagrimas, pesar, Oh hermosa madre de azafrán,

eres de acero, eres terciopelo, eres canela dulce,

eres templanza, eres amor santificado,

Oh hermosa madre de azafrán hosanna, un día seras

viento libre y yo seré tu vestigio, alabado sea tu amor

Oh hermosa madre de azafrán, hosanna!!!

Miguel Angel Carrera Farias.  Venezuela.

Nube Solitaria

1486657908205605Ahora quizás soy solo nube en el horizonte,

viajero a capricho del viento, lejano entre

inhóspitas tierras húmedas, entre cordilleras

serpenteantes, intento alcanzarte pero la

providencia sigue alejándome de ti, sigue

empujándome a ser un emigrante de mis

penas y mis amores, indeseadas alturas,

rompo en llanto, estas lagrimas riegan

el valle, riegan sus montañas, atan mis

deseos a mis necesidades, viajero a capricho

del viento, mi corazón esta desolado, el

tiempo corre pausado, por ahora quizás

soy solo una nube en el horizonte.

Miguel Angel Carrera Farias.  Venezuela.

Ciudades Subterráneas

1483468988536460Donde estarán las ciudades subterráneas

perdidas que abrazaron las férreas creencias

de la oscuridad, el mundo se las ha tragado,

ellas avizoraron el legado dejado por el hombre,

ahora solo silban olvido, desdeñan suciedad,

las aguas filtran su esencia de roca, su alma,

sus calles están muertas, túneles serpenteantes

que penetran la dermis del mundo, sus

habitantes la han abandonado a su suerte,

ansiando una luna que desconocen, pues

conocían cada vena de su reino, cada bache,

cada insurrecta presencia penetrante, 

donde están estas ciudades abandonadas por

el tiempo, dejadas a su suerte en el corazón

de esta desdichada tierra, esperando por

regalar sus tesoros al milenario explorador

valiente buscador de secretos enterrados,

la luz no visita estos parajes, la luz no visita

los sitios muertos, la oscuridad domina las tumbas,

y estas tumbas ya son parte de lo eterno, eones

en ausencia de sonido alguno, donde estas ciudad

subterránea, durmiendo entre muerte y soledad, sueñas.

Miguel Angel Carrera Farias.  Venezuela.